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Mas no se pudo conseguir que aquellas
criaturas hablaran. Sólo chillaban,
cacareaban y graznaban. Y sin lenguaje
que las engrandeciera, cada una gritaba
de manera diferente.
Cuando los Progenitores vieron que
no era posible hacerlas hablar, se dijeron
decepcionados:
—Esto no estuvo bien. No han podido
decir nuestros nombres, el de sus
creadores y formadores.
Así pues, los Progenitores, ante el
fracaso, tuvieron que pensar en hacer una
nueva tentativa para crear al ser que los
adorara: el ser humano.
—¡A probar otra vez! Ya se acercan el
amanecer y la aurora. Hagamos al que nos
sustentará y alimentará.
Entonces hicieron con tierra la carne
del hombre, pero vieron que no estaba
bien, que se deshacía, que estaba blanda,
sin movimiento, sin fuerza y que se caía.
No movía la cabeza. La cara se le iba para
un lado. Tenía velada la vista. No podía ver
hacia atrás. Al principio hablaba, pero no
poseía entendimiento.