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Durante la época de sequía los hombres dedicaban su
tiempo a limpiar el terreno donde sembrarían el maíz.
El primer paso consistía en tumbar la maleza con una
filosa hacha provista de afilados pedernales. Luego, estos
desechos se dejaban secar al sol hasta que estaban en
posibilidad de someterlos a una quema controlada. De esta
manera, el fuego se encargaba de reducir las plantas secas
a cenizas, motivo por el que el terreno quedaba despejado
de maleza. Enseguida los mayas se apresuraban a sembrar,
haciendo pequeños hoyos con la coa (palo para cavar) para
depositar en ellos semillas de maíz, frijol, calabaza, chile,
entre otros productos.
Al iniciar la temporada de lluvias los hombres desyerbaban
la milpa, o sea, cortaban las plantas que crecían junto al
maíz y que podrían afectar su crecimiento. Al terminar
las lluvias ya podían cortar las mazorcas para proceder
a su almacenamiento. Como podrás apreciar, las labores
agrícolas cotidianas de los antiguos mayas estaban en
armonía con el ciclo de las estaciones del año.
Conforme avanzaba la civilización maya aparecieron otros
oficios que reflejaban una vida cotidiana más variada y con
una organización política y social jerárquica encabezada
por la élite gobernante, seguida principalmente por los
sacerdotes, astrónomos, artesanos, escribientes, escultores,
campesinos y esclavos.
Algunas de las actividades de estos grupos también
estaban vinculadas con el ciclo agrícola, como las de
los astrónomos, quienes observaban el firmamento
para conocer con exactitud el ciclo de las estaciones.
Sus conocimientos eran esenciales para obtener buenas
cosechas y por esta razón la vida cotidiana de los
agricultores también se ordenaba de acuerdo con las
predicciones de los astrónomos. Durante la época de
siembras, los sacerdotes se involucraban en el proceso
agrícola y encabezaban las ceremonias en que se pedía
al dios de la lluvia (Chaac) una abundante cosecha. Cabe
agregar que la construcción de los centros ceremoniales
requirió de arquitectos, talladores de piedra, escultores,
fabricantes de cal, pintores, carpinteros y numerosos
trabajadores encargados de colocar las pesadas piedras
que daban soporte a las pirámides.
Templo de los guerreros.
Chichén Itzá, Yucatán.