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BLOQUE V
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cayó al agua la pelota de oro. Y mientras yo lloraba, la rana me la trajo.
Yo le prometí, pues me lo exigió, que sería mi compañera; pero jamás
pensé que pudiese alejarse de su charca. Ahora está ahí afuera y quiere
entrar
. Entre tanto, llamaron por segunda vez y se oyó una voz que decía:
“¡Princesita, la más niña,
ábreme!
¿No sabes lo que
ayer me dijiste
junto a la fresca fuente?
¡Princesita, la más niña,
ábreme!”.
Dijo entonces el rey:
Lo que prometiste debes cumplirlo. Ve y ábrele
la puerta
. La niña fue a abrir, y la rana saltó dentro y la siguió hasta su
silla. Al sentarse la princesa, la rana se plantó ante sus pies y le gritó:
¡Súbeme a tu silla!
. La princesita vacilaba, pero el rey le ordenó que lo
hiciese. De la silla, el animalito quiso pasar a la mesa y, ya acomodado
en ella, dijo:
Ahora acércame tu platito de oro para que podamos comer
juntas
. La niña la complació, pero veíase a las claras que obedecía a
regañadientes. La rana engullía muy a gusto, mientras a
la princesa se le atragantaban todos los bocados.
Finalmente, dijo la bestezuela:
¡Ay! Estoy
ahíta y me siento cansada; llévame a tu
cuartito y arregla tu camita de seda:
dormiremos juntas
. La princesita
se echó a llorar; le repugnaba
aquel bicho frío, que ni siquiera
se atrevía a tocar; y he aquí que
ahora se empeñaba en dormir
en su cama. Pero el rey, enojado,
le dijo:
No debes despreciar
a quien te ayudó cuando te
encontrabas necesitada
.