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Cogiola, pues, con dos dedos, llevola arriba y la depositó en un rincón.
Mas cuando ya se había acostado, acercose la rana a saltitos y exclamó:
Estoy cansada y quiero dormir tan bien como tú; conque súbeme a tu
cama, o se lo diré a tu padre
. A la princesita se le acabó la paciencia,
cogió a la rana del suelo y, con toda su fuerza, la arrojó contra la pared:
¡Ahora descansarás, asquerosa!
.
Pero en cuanto la rana cayó al suelo, dejó de ser rana, y convirtiose en
un príncipe, un apuesto príncipe de bellos ojos y dulce mirada. Y el rey lo
aceptó como compañero y esposo de su hija. Contole entonces que una
bruja malvada lo había encantado, y que nadie sino ella podía desencantarlo
y sacarlo de la charca; díjole que al día siguiente se marcharían a su reino.
Durmiéronse y, a la mañana, al despertarlos el sol, llegó una carroza tirada
por ocho caballos blancos, adornados con penachos de blancas plumas
de avestruz y cadenas de oro. Detrás iba, de pie, el criado del joven rey,
el fiel Enrique. Este leal servidor había sentido tal pena al ver a su señor
transformado en rana que se mandó colocar tres aros de hierro en torno
al corazón para evitar que le estallase de dolor y de tristeza. La carroza
debía conducir al joven rey a su reino. El fiel Enrique acomodó en ella a
la pareja y volvió a montar en el pescante posterior; no cabía en sí de
gozo por la liberación de su señor.
Cuando ya habían recorrido una parte del camino, oyó el príncipe un
estallido a su espalda, como si algo se rompiese. Volviéndose, dijo:
¡Enrique, que el coche estalla!
.
No, no es el coche lo que falla,
es un aro de mi corazón,
que ha estado lleno de aflicción
mientras viviste en la fontana
convertido en rana
.
Por segunda y tercera vez oyose aquel chasquido durante el camino, y
siempre creyó el príncipe que la carroza se rompía; pero no eran sino los aros
que saltaban del corazón del fiel Enrique al ver a su amo redimido y feliz.
Hermanos Grimm, disponible en
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(Consulta: 8 de octubre de 2012).