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En eso llegó el papá. ¡Estaba feliz!
—¡Rafa!, ¡Rafa! —le dijo— ¡Ya nació!
¡Ya tienes una hermanita!
¿Una hermanita? —pensó Rafa—. Aaah.
No sintió nada especial, pero eso debía
ser muy bueno.
Todos lo abrazaban y se reían con él.
Cuando regresó a su casa, Rafa vio a una
bebita colorada que tenía unas manos
chiquitas, con uñas como de papel, que
sólo sabía dormir, llorar, comer del pecho
de la mamá de Rafa y ensuciar montones
de pañales.
Uno de esos días Rafa sintió que se estaba
volviendo invisible. Parecía que nadie lo
veía. Sintió que ya se le habían borrado