Practica esta lección: Ir al examen
158
—No me vengas ahora con que no sabes nada. Además, el
daño que le has hecho a mi hija no tiene perdón. ¡Qué manera
de romper un compromiso y un corazón! Creíamos que ya eras
todo un hombre y nos equivocamos. Sería mejor que mi esposo
no te encontrara porque es capaz de todo.
—No sé de qué me habla, de verdad, no entiendo nada.
Yo no rompí mi compromiso con Maclito. Fue ella la que decidió
no casarse conmigo. Créamelo, no soy ningún cobarde.
—Yo vi con mis propios ojos aquella tarjeta que le enviaste
en la que le decías que te habían ofrecido un trabajo en un
periódico de la ciudad de México.
—Fui yo quien recibió una postal en la que Maclovia me
decía que usted la mandaba a vivir a Silao con Felipa. Tam-
bién decía que le habían prohibido volverme a ver.
—Algo huele mal en todo esto, y lo voy a averiguar. Para
aclarar las cosas, nos vemos en una hora en la casa.
Doña Sebastiana dejó de prisa la comida a su marido y se
fue derechito a su casa. Encontró a Maclovia y a Felipa en la
cocina. Mientras les contaba sobre su encuentro con Joaquín,
los ojos de su hija se iban abriendo cada vez más y las manos
de su sobrina comenzaron a temblar.
Ya no cabían dudas sobre quién era la culpable de todo el
enredo. Felipa iba a decir algo, pero no se atrevió. Prefirió salir
de la casa y echarse a correr como un animal asustado.
Cuando llegó Joaquín las cosas terminaron de aclararse.
Por algo Felipa se ofrecía siempre a llevar los recados que
se escribían el uno al otro. Nunca los entregó. En cambio había
falsificado e imitado la caligrafía para escribir dos mensajes
de ruptura, uno para Maclovia y otro para Joaquín.