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Así pasó una semana.
Un día, el bibliotecario apareció sonriente en la puerta de
la biblioteca. Tenía un periódico en la mano con unos gran-
des titulares:
Los niños de San José toman el concejo municipal.
Piden un parque muy especial. El concejo no los escucha.
—¡Somos nosotros! —exclamó Cheo.
—¡Somos famosos! —sonrió Carlitos.
—Pero de todos modos no nos van a hacer
caso —dijo Camila.
Estaba equivocada. Esa misma tarde apa-
recieron en el barrio el concejal, el ingeniero
y tres asistentes.
—Venimos a ver el terreno para el parque.
Pronto se los daremos —dijeron.