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—Muy pronto —dijo el ingeniero.
—Muy, muy pronto —sonrió el concejal.
Y así fue. Una mañana amarraron una cin-
ta roja a la entrada del terreno, y al medio día
en punto el concejal, vestido muy elegante y con
los zapatos lustrosos, cortó la cinta con unas
tijeras largas.
—Claro, ¿no ven que ya vienen las eleccio-
nes? Pero apuesto a que no van a hacer más
nada.