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Libro para el Maestro
De las mujeres se espera que estén menos informadas, que
tengan un comportamiento más recatado y discreto
[Rossetti 1997], que sean más tímidas y menos directas en
la seducción y, a su vez, que sólo permitan al hombre llegar
hasta cierto límite, después del cual deben saber frenar el
juego de la conquista para mantener su reputación. Según
la norma (implícita), la mujer es pasiva e ignorante en la
actividad erótico-sexual, y es el hombre quien debe iniciarla
en estos menesteres.
Estos presupuestos dificultan la comunicación entre los
integrantes de la pareja; provocan un conflicto cuando ellos
desean manifestar algo distinto de lo esperado y, por lo
tanto, algo que se considera inadecuado.
Los estereotipos sexuales pueden limitar el desarrollo
personal, por ejemplo, cuando una persona trata de entrar
en el molde de lo que se espera socialmente de ella y
eliminar lo que en teoría no corresponde a su sexo. Hay que
tomar en cuenta que todos tenemos algunos rasgos
considerados masculinos y otros considerados femeninos,
pero lo que cuenta, antes que nada, son nuestras caracterís-
ticas como individuos; el que se consideren masculinas o
femeninas no implica que sean naturalmente de las mujeres
o de los hombres, sino que así han sido clasificadas: ni son
genéticas ni son tampoco excluyentes o incompatibles.
Negar algunos de nuestros rasgos por pensar que “no son
propios de nuestro sexo” nos limita y reduce nuestras
posibilidades de expresión y de adaptación, así como
nuestra libertad para relacionamos con los demás.