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Libro para el maestro
SECUENCIA 14
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terminar la carrera, decidí abandonarla para dedicarme
a escribir. Las mujeres que había en la casa pasaron
quince años lamentando esta decisión –“lo que noso-
tras hubiéramos querido”, decían, “es que fueras inge-
niero”–, más tarde se acostumbraron.
Escribí mi primera obra literaria a los seis años y la
segunda a los veintitrés. Las dos se han perdido. Yo ha-
bía entrado en la Facultad de Filosofía y Letras y esta-
ba inscrito en la clase de Composición Dramática que
daba Usigli, uno de los dramaturgos más conocidos de
México. “Usted tiene facilidad para el diálogo”, dijo,
después de leer lo que yo había escrito. Con eso me
marcó: me dejó escritor para siempre.
Al principio parecía que mi carrera literaria iría
por el lado del teatro y sería brillante. Mi primera co-
media fue puesta en escena, con éxito relativo, en 1954,
la segunda lo fue en 1955, […]. Usigli me designó para
que lo reemplazara cuando se retiró, gané tres becas al
hilo –única manera que había entonces de mantenerse
en México siendo escritor–. Pero llegó el año de 1957
y todo cambió: se acabaron las becas –yo había ya re-
cibido todas las que existían–, una mujer con quien yo
había tenido una relación tormentosa, se hartó de mí,
me dejó y se quedó con mis clases, además yo escribí
dos obras que a ningún productor le gustaron. (En
esto intervino un factor que nadie había considerado:
tengo facilidad para el diálogo, pero incapacidad para
establecerlo con gente de teatro.)
Siguieron años difíciles: hice traducciones, guiones
para película, fui relator de congreso, escribí obras de tea-
tro infantil, acumulé deudas, pasé trabajos. Mientras tan-
to escribí seis obras de teatro que nadie quiso montar.
En 1962 escribí
El atentado
, mi última obra de
teatro. […]
El atentado
me dejó dos beneficios: me
cerró las puertas del teatro y me abrió las de la nove-
la. Al documentarme para escribir esta obra encontré
un material que me hizo concebir la idea de escribir
una novela sobre la última parte de la revolución
mexicana.
[…]Esta novela,
Los relámpagos de agosto
, fue escri-
ta en 1963, […], ha sido traducida a siete idiomas y en
la actualidad, diecisiete años después, se vende más
que nunca.
El éxito de
Los relámpagos
ha sido más prolongado
que estruendoso. No me permitió ganar dinerales pero
cambió mi vida, porque me hizo comprender que el
medio de comunicación adecuado para un hombre
insociable como yo es la prosa narrativa: no tiene uno
que convencer a actores ni a empresarios, se llega di-
recto al lector, sin intermediarios, en silencio, por me-
dio de hojas escritas que el otro lee cuando quiere,
como quiere, de un tirón o en ratitos y si no quiere no
las lee, sin ofender a nadie –en el comercio de libros no
hay nada comparable a los ronquidos en la noche de
estreno–.
[…] En 1965 conocí a Joy Laville, una pintora in-
glesa radicada en México, nos hicimos amigos, des-
pués nos casamos y actualmente vivimos en París.
Marzo de 1983.
Jorge Ibargüengoitia. “Jorge Ibargüengoitia dice de sí mismo”, en
Letras Libres
. www.letraslibres.com/pdf.php?ide=1656 (recupera-
do el 26 de febrero de 2008)