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Libro para el Maestro
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Hojas de valores
: A diferencia de los diálogos
clarificadores, que son individuales, la hoja de valores
consiste en presentar al alumnado (individualmente o en
grupo) un breve texto en el que se exponga una situación
problemática que invite a la discusión. Además se añade
una lista de preguntas sobre las que hay que reflexionar.
El objetivo es crear una situación de controversia entre
los alumnos y alumnas para que contrasten sus diversos
puntos de vista. Sobre este tipo de ejercicio se puede
hacer múltiples variaciones como por ejemplo organizar
la defensa de las diferentes opiniones en pequeños
grupos o decidir que una persona siempre estará en
contra de lo que se vaya argumentando.
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Frases inconclusas y preguntas esclarecedoras
:
Este tipo de ejercicio es muy útil para efectuar una
primera aproximación a un tema, porque ofrece al
alumnado la posibilidad de pensar sobre sus creencias,
opiniones o preferencias en relación a cualquiera de los
indicadores de valores. Esta técnica, de carácter
individual, consiste en presentar una lista más o menos
larga de frases inacabadas o preguntas que obligan al
alumno a definirse sobre el tema que se esté tratando.
Una vez acabado el ejercicio, el alumno guarda sus
respuestas sin que sea necesario que las ponga en común
con el resto de personas de la clase. De esta manera,
tiene un escrito donde ha manifestado las opiniones
sobre problemas que quizá se ha planteado por primera
vez. Como decíamos antes, este ejercicio será útil en una
primera aproximación a los temas. Posteriormente, se
podrá utilizar otro tipo de ejercicios que exijan discusión.
PAPEL DEL MAESTRO Y ACTIVIDAD DEL ALUMNO
Como hemos indicado, el proceso de valoración es personal,
individual, y pretende que la persona que lo realiza llegue a
conocer sus opiniones en relación con los temas que le
preocupan o con cualquiera de los indicadores de valor. Pero
este proceso es complejo y difícil, por eso el papel del
adulto es vital.
El alumno debe hacer el esfuerzo de conocerse, debe entrar
en una situación incómoda de exigencia personal; para ello
debe entender la utilidad de este esfuerzo. Así pues, una de
las primeras consignas que el maestro ha de considerar es
la motivación. Sólo si el alumno se implica seriamente en el
proceso de valoración podrá obtener algún resultado, y esa
implicación proviene de la motivación que llegue a crear el
adulto.
La motivación debe tener una doble orientación. En primer
lugar, es necesario que los temas de reflexión se vinculen a
la vida cotidiana, se conecten con la realidad de la clase y
con las situaciones que son problemáticas para los niños y
niñas.
En segundo lugar, es necesario que vean los beneficios que
comporta el esfuerzo por la clarificación: un estilo de vida
donde el pensamiento y la acción conviven más
coherentemente, la tranquilidad que puede dar estar
convencido de unas opciones reflexionadas o la certeza de
haber adoptado la decisión más satisfactoria. Es necesario
tener en cuenta que el proceso de valoración exige dominar
mínimamente algunas habilidades, entre otras, estar
entrenado para reflexionar, habituarse a aceptar las
opiniones de los demás. Esforzarse en escuchar
detenidamente los argumentos que difieren de nuestra
opinión y ser capaces de modificar nuestro pensamiento
cuando descubrimos en los demás ideas que no habíamos
pensado antes. Todas estas habilidades se deben trabajar
simultáneamente a la clarificación o, si es necesario, además
de ésta, siempre con la intención de aumentar la habilidad
de autoconocimiento.