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Libro para el Maestro
INTERCULTURALISMO COMO PROYECTO ÉTICO Y
POLÍTICO
El hecho de que en una misma sociedad convivan personas
con bagajes culturales diferentes puede tomarse únicamente
como un fenómeno generador de conflictos que es preciso
resolver, o también como una ocasión para crecer en
humanidad personal y socialmente. Ésta sería la opción de
una ética intercultural, que tendría en cuenta al menos
cuatro elementos, mencionados ya de algún modo:
1)
No se trata de asimilar a la cultura dominante a quienes
en una sociedad se identifican con una cultura distinta a
ella, sino de posibilitar que conserven su adhesión a
identidades culturales diversas.
2)
Tampoco es la meta recrearse en la diferencia por la
diferencia, sino asegurar una convivencia auténtica, ya
que las diferencias pueden ser expresión de la
autenticidad personal y cultural, pero no toda diferencia
es respetable. Por decido con Arny Gutman, hay
diferencias respetables y otras que no lo son. Para
respetar una posición no es preciso estar de acuerdo con
ella, pero sí comprender que refleja un punto de vista
moral, que yo no comparto pero respeto en otro;
mientras que las posiciones no respetables son aquellas
que considero simplemente inmorales y denunciables
6
,
como serían las discriminaciones por razón de
status
social, edad, sexo o raza.
3)
El respeto activo que una cultura diferente merece tiene
una de sus raíces en el respeto a la identidad de las
personas que la cobran en parte desde ella, pero
conviene recordar que la identidad, desde el nacimiento
del mundo moderno, es algo que los sujetos también
eligen, al menos en parte, algo a lo que no se ven
fatalmente abocados.
4)
Comprender otras culturas es indispensable para
comprender la propia. Distintas culturas arrojan luz
sobre diferentes perspectivas humanas, de forma que el
diálogo llevado a cabo con la intención de comprender
resulta enriquecedor para los interlocutores. Quien trata
de comprender un bagaje cultural diferente al suyo, se
comprende poco a poco mejor a sí mismo al adquirir
nuevas perspectivas, nuevas miradas (…)
LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD PERSONAL
La identidad de una persona, según Taylor, surge de
tres
ejes
, el primero de los cuales es
moral
y consiste, siguiendo
a Erik Erikson, en «una definición de sí mismo, en parte
implícita, que un agente humano debe poder elaborar en el
curso de su conversión en adulto y seguir redefiniendo a lo
largo de su vida». Sin una identidad estable, una persona se
siente al borde de la crisis, porque su identidad define de
alguna manera el horizonte de su vida moral: lo que
verdaderamente es importante para ella, lo que le atañe
profundamente y lo que no. Esta forma de identidad es
condición de la salud y la integridad de la persona
7
.
Sin embargo, el inicio del mundo moderno supone una
revolución en el concepto de identidad, porque a la idea de
identidad como horizonte moral que nos permite definir lo
que importa se añade lo que Taylor con mayor o menor
fortuna denomina la
identidad personal
como lo asumido
por el propio sujeto como suyo, en el sentido de Herder.
En efecto, en épocas anteriores es el estamento social en
que una persona nace e! que le sitúa en un rango en virtud
del cual goza o no de «honor». El honor exige desigualdad,
ya que sólo se honra a los superiores, y las desigualdades
vienen dadas por nacimiento. Cada individuo cobra su
identidad del lugar social en e! que ha nacido, pero ni se la
construye ni la negocia. La identidad ligada a las
comunidades adscriptivas es, por tanto, una identidad
premoderna.
El mundo moderno, por contra, implica el surgimiento de la
idea de
dignidad
, ligada a la
igualdad
de todo ser humano.
Y, en este sentido, es el discurso universalista kantiano el
que presta estatuto filosófico a la idea de que toda persona
es igual en dignidad. La identidad no viene dada ahora por
el estamento en e! que se nace, sino que tiene que ser
asumida por la persona, no impuesta. A ello se suma más
tarde la revolución expresivista, que lleva a cada individuo a
reconocer su propio modo de ser humano y a realizarlo en
su originalidad y autenticidad. Se trata de la identidad como
lo asumido por el propio sujeto como suyo.
Cada persona debe entonces investigar su identidad porque
es ella quien debe aceptada. Pero a la vez necesita un
tercer
eje
: que los demás le reconozcan su identidad, sobre todo
eso que se ha llamado los «otros significativos», que son los
que a una persona le importan y le ayudan a autodefinirse.
Una identidad forjada desde el triple horizonte, moral,
personal y de reconocimiento por parte de los otros
significativos, «desplaza el horizonte moral del registro del
destino al de la negociación y la lucha por el
reconocimiento»
8
. La identidad no nos viene dada, sino que
la negociamos, de ahí la importancia de las luchas sociales
emprendidas por obtener el reconocimiento de los otros
significativos.
6
Amy Gutman. «Introducción» a Charles Taylor.
El multiculttlralismo y la «política del reconocimiento
», 40 y 41.
7
Charles Taylor, «Identidad y reconocimiento», en
Revista Internacional de Filosofía política
, 7 (1996), p. 10.
8
Ibid
. p. 289.