197
Libro para el Maestro
Los medios de comunicación y la educación:
un binomio posible
Roxana Morduchowicz. “Los medios de comunicación y la educación: un binomio posible”,
en
Revista Iberoamericana de Educación
. Madrid:
OEI
, nº 26, mayo– agosto 2001. pp. 97-116. (Fragmento).
ENTRE EL AMOR Y EL ESPANTO
En las últimas décadas la escuela ha sostenido una relación nada
sencilla con los medios de comunicación. Entre el amor y el
espanto, este vínculo se ha movido más cerca de la desconfianza,
la acusación y la condena, que de la aceptación y el reconocimiento.
Los medios de comunicación, sin embargo, desempeñan un papel
central en la vida de los chicos y de los jóvenes.
Como primera actividad de placer y principal fuente de
información, los medios afectan e influyen sobre la manera en
que los chicos perciben la realidad e interactúan con el mundo.
Las identidades de los jóvenes se trazan en la intersección del
texto escrito, la imagen electrónica y la cultura popular. Los
centros comerciales, los cafés, la televisión, los recitales de música
y las nuevas tecnologías, modifican la percepción que los chicos
tienen de la realidad, su actitud ante el conocimiento y el modo
en que conciben el mundo.
Pese a la desconfianza y a la distancia que con frecuencia suele
expresar la escuela respecto de la cultura popular, y pese a ser
éste un espacio pleno de contradicciones, es también uno de los
pocos escenarios que, en su propia percepción, les pertenece y en
el cual sienten que se habla de ellos y a ellos. La cultura popular,
entendida
como
aquella
que
construyen
los
medios
de
comunicación, la música, el cine y otras expresiones, es para
muchos chicos el lugar desde el cual dan sentido a su propia
identidad. Los chicos aprenden en ella a hablar de sí mismos en
relación con los otros.
El vínculo entre la escuela y la cultura popular (en la cual incluimos
especialmente a los medios de comunicación) parece, al menos,
complejo. ¿Es posible, sin embargo, que la escuela redefina su
relación con la cultura y abra nuevos espacios en los que los
alumnos aprendan a leer y a resignificar su propia relación con el
entorno mediático? ¿Es factible que la escuela sirva de vehículo
de interpretación de la cultura y de mutua potenciación? ¿Es
posible que la escuela permita a los alumnos experimentar y
definir qué significa ser productores culturales capaces de leer
diferentes textos y, ciertamente, de producirlos? (Giroux, 1996).
Finalmente, ¿por qué pensar en los medios de comunicación
integrados a la escuela?, ¿son los medios educadores?
UNA RELACIÓN POCO EXPLORADA
La relación de los chicos con los medios de comunicación ha sido
escasamente estudiada en todo el mundo. Menor aún ha sido la
preocupación por conocer el vínculo y la apropiación que «los
niños de sectores populares» hacen de los medios.
Los estudios sobre los chicos y los medios han ignorado
prácticamente las diferencias sociales. Y si tales diferencias no
han sido objeto de análisis, quizás se deba a la idea generalizada
de que el contexto social no afecta la relación que los más jóvenes
construyen con los medios de comunicación (Neveu, 1989).
Sin embargo, los chicos no escapan al efecto que las diferencias
sociales tienen sobre la manera de elegir y de interpretar una
emisión televisiva, y de leer (o no leer) diarios o revistas. Los
consumos culturales de los niños adquieren significaciones muy
diversas según el medio social al que pertenecen. El hecho de
que chicos de sectores sociales diferentes enciendan la televisión
para ver el mismo programa, no supone una comunión ni una
uniformidad en la recepción que hacen de esta emisión.
¿Podemos ubicar en pie de estricta igualdad a quien ve un
programa de televisión por falta de otra actividad recreativa y a
quien lo deja como sonido de fondo mientras se distrae con
juguetes electrónicos en su habitación? (Mariet, 1993).
Es cierto que la vida de un chico es una historia «singular». Y que
esa singularidad se construye según una lógica específica, la de
su identidad personal, la de su subjetividad. Es cierto también
que el hecho de vivir en un barrio popular no determina
directamente las características de los chicos que lo habitan, y
menos aún sus historias de vida. El individuo
no
es la simple