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Libro para el Maestro
LA ESCUELA Y LOS MEDIOS: UNA HISTORIA
DE DESENCUENTROS
Hemos analizado el lugar destacado que ocupan los medios de
comunicación como formadores y socializadores en la vida
cotidiana de los niños. Pese a este reconocimiento, el vínculo
escuela-medios es aun hoy complejo.
Durante más de treinta años la visión predominante entre los
educadores en relación con los medios de comunicación ha sido,
como quedó apuntado, casi siempre de desconfianza (Masterman,
1993). Tradicionalmente los medios de comunicación —incluyendo
el cine—, fueron considerados por los intelectuales como
influencias negativas que amenazaban la cultura. Su «poder de
corrupción» alcanzaba ante todo a los niños, sobre quienes
ejercían sus máximos efectos. La pedagogía no podía olvidar que
el cine había nacido en las ferias, había crecido en los suburbios y
se había desarrollado sin la ayuda de personas cultivadas.
La educación estaba orientada contra los medios. Nada podía
hallarse en los medios de positivo, y, por eso, era necesario
proteger a «nuestros hijos y nuestros valores culturales de los
peores excesos generados por los medios».
Pensar en los niños como víctimas de una televisión que no hace
otra cosa que devorárselos parece ser irreal. No existe una
relación causa efecto tan lineal entre lo que se ve y lo que se
toma de un programa (Vilches, 1993).
Más que preguntarnos qué hacen los medios con los niños (en una
clara actitud protectora), el interrogante hoy es «qué hacen los
niños con los medios». Es el niño quien hace uso de los medios y
no los medios quienes hacen uso de él. Por eso dedicamos no pocas
páginas de este artículo a analizar la relación que los niños
construyen con la televisión, y la valoración como fuente de
aprendizaje que este medio representa para sus vidas cotidianas.
Ningún movimiento meramente defensivo o reactivo da resultado.
Lo que se precisa es, en cambio, una alianza, una integración entre
los medios de comunicación y la educación (Pérez Tornero, 1994).
En lugar de erigirse como un búnker de un supuesto pasado
humanista en peligro de extinción en manos de los medios, la
escuela debe convertirse en el lugar de investigación y crítica
donde el legado cultural sea evaluado reflexivamente y enriquecido
con los aportes del presente. Más que una defensa nostálgica, la
escuela debe expresar una permanente «vigilancia crítica» (Alonso,
Matilla, Vázquez, 1995).
UNA EDUCACIÓN EN MEDIOS
¿Cuál es entonces la relación que esperamos que exista entre la
escuela y los medios de comunicación? ¿Qué actitud nos interesa
que promueva la escuela en relación con los medios?
Quienes niegan los medios o los condenan por diabólicos deben
comprender que estos existen y que son una realidad en la vida
cotidiana de los niños y los adultos. Quienes los colocan en un
pedestal sin cuestionarlos deben descubrir que la aceptación
ciega es igualmente inefectiva.
De estas dos posiciones surge la relación más adecuada entre la
escuela y los medios: «la aceptación crítica». Una actitud intermedia
entre el optimismo ingenuo y el catastrofismo estéril. Un equilibrio
que asume la ambivalencia del medio de comunicación, sus
posibilidades y limitaciones y sus contradicciones internas (Ferrés,
1994).
No se trata de condenar ni de idealizar. Comprender que los
medios de comunicación no son ni buenos ni malos, que encierran
contradicciones y que lo único que no podemos hacer desde la
escuela respecto de ellos es ignorarlos, constituye el eje de lo que
llamamos «una educación en medios».
Aceptarlos críticamente es, por tanto, el principio de este
acercamiento
que
propone
analizar,
explorar,
conocer
y
comprender la manera en que los medios de comunicación
hablan del mundo y representan la realidad cotidiana.
Una educación en medios implica todas las formas de estudiar,
aprender y enseñar, en cualquier nivel y circunstancia, la historia,
la creación, la utilización y la evaluación de los medios de
comunicación. Implica también analizar el lugar que ocupan los
medios de comunicación en la sociedad, el acceso a ellos, su
repercusión social, las consecuencias de la comunicación
mediatizada, la participación y la modificación que producen en
el modo de percibir el mundo (Masterman, 1993).
Una educación en medios habla del papel central que desempeñan
los medios de comunicación en la vida de los chicos y de los
jóvenes. El desarrollo de las nuevas tecnologías de la información
y la comunicación ha llevado a considerar la necesidad imperiosa
de preparar a los ciudadanos, en particular a los jóvenes, para
que puedan relacionarse críticamente con este entorno mediático
(Piette, 1996).
La escuela no puede tomar a los medios como epifenómenos en
el proceso de socialización de los niños. Los medios deben ser
legitimados como lo que son: agentes que influyen en la manera
en la que los niños comprenden y se relacionan con el mundo. Los
medios ocupan un lugar privilegiado en las actividades recreativas
de los más pequeños, y son los responsables, en gran medida, de
su iniciación a la vida adulta. Por eso decimos que una formación
en medios es una vía de entrada a la cultura y a la comprensión
del mundo.
Vivimos en una sociedad en la que el conocimiento está cada vez
más mediatizado. Eso supone una dependencia paulatinamente
mayor de los medios para conceptualizar el mundo. Casi todo lo
que conocemos del universo nos llega a través de los medios, que