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Libro para el Maestro
El sentido de una educación en medios*
Roxana Morduchowicz. “El sentido de una educación en medios”,
en
Revista Iberoamericana de Educación
. Madrid:
OEI
, nº 32, mayo-agosto 2001. pp. 35-47.
La educación en medios
consiste en analizar la manera en que los medios de comunicación
(en plural y de manera integrada) construyen el mundo y se presentan como mediadores entre el universo
y nosotros. Los medios de comunicación no sólo nos ayudan a saber más sobre el mundo, sino también a
darle un determinado significado. Buscan estructurar nuestra comprensión del universo, incluyendo y
excluyendo realidades, y ofreciendo mapas y códigos que marcan nuestro territorio. Los mensajes de los
medios llevan consigo mecanismos significadores que estimulan ciertas manifestaciones y suprimen otras.
En la representación reiterada de temas y de grupos sociales, los medios de comunicación buscan
naturalizar el mensaje y simbolizar un determinado grupo social o un tema como normal y aceptable para
el sentido común.
Los medios ejercen tres formas de poder: la primera es el poder de establecer la agenda (
agenda setting
),
es decir, la capacidad que tienen para decidir, por inclusión o por exclusión, de qué se habla en los medios,
y, en general, en la sociedad. La segunda es el poder de definir. Ya no se trata de decidir qué será
representado sino cómo, es decir, la manera en que se habla de un tema o de un grupo social determinados.
La tercera forma en que se puede manifestar el poder en los medios es mediante la representación de la
normalidad. La repetición constante de una manera de hablar acerca de un grupo social en los medios
puede llevar a considerarla como natural y normal para todos.
Los medios de comunicación fijan agendas, producen significados, forman opinión y construyen identidades.
El impacto social de los medios es indiscutible. Sin embargo, las audiencias no son pasivas. No es posible
hablar de una interpretación automática o de una decodificación de mensajes idéntica a la propuesta por
el emisor. La relación entre el poder de los medios y la capacidad del receptor para resignificar el mensaje
es siempre dialéctica. En la recepción y en el consumo, contrariamente a las connotaciones pasivas, ocurren
movimientos de asimilación, de rechazo y de negociación de lo que los emisores proponen. Cada objeto
destinado a ser consumido es un texto abierto que exige la cooperación del lector, del espectador, del
usuario, para ser completado y significado. Todo bien es un estímulo para pensar, y, al mismo tiempo, un
lugar imprevisto en el cual los receptores generan sentidos inesperados. Los mensajes se producen con
instrucciones más o menos veladas, con dispositivos que inducen a lecturas. El receptor no es un creador
puro, pero tampoco el emisor es omnipotente.
Por eso, analizar en esta perspectiva la cultura popular no es explorar la suma mecánica de los ofrecimientos
de una industria cultural, sino estudiar la manera en que las audiencias los asumen y transforman. […]
La educación en medios, en este enfoque, promueve la reflexión de los alumnos en dos direcciones. Por un
lado, analiza el papel de los medios como agenda pública para interrogar la manera en la que se definen
las representaciones sociales, y para analizar el modo en que deciden lo que es normal y lo que queda
excluido de esa normalidad.
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Una versión completa de este artículo se puede consultar en el sitio de la
OEI
rie32a02.htm