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Libro para el Maestro
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SECUENCIA 9
Al comenzar el siglo
XX
, la mayoría de la población mexicana era rural y habitaba en
haciendas, pueblos y ranchos. En el campo existían básicamente tres grupos sociales,
con variantes en cada región: los dueños de las haciendas que se encontraban en la
cima de la pirámide social; los propietarios de pequeños ranchos y los arrendatarios
que podrían considerarse la clase media rural, la mayoría de los cuales se encon-
traban en el Norte, y los trabajadores asalariados y peones quienes trabajaban para
los rancheros prósperos y, en mayor proporción, en las haciendas.
Este último grupo vivía en la hacienda o alrededor de ella y recibía un salario
fijo. También había trabajadores temporales, contratados sólo cuando existía
necesidad de mano de obra y que recorrían el país siguiendo las temporadas de
cultivo, y arrendatarios, aparceros o medieros, a los cuales los latifundistas
rentaban sus tierras menos fértiles a cambio de dinero o de una parte de la
cosecha.
Cabe destacar que las condiciones de trabajo y de vida de estos campesinos
fue diferente según la región. En el Norte del país predominaba el trabajo
temporal o por arrendatarios y, debido a la escasa población de esta región, se
ofrecían mejores sueldos o tierras a cambio de rentas más bajas. Además, había
otras opciones de empleo puesto que los hombres podían trabajar en las minas
o partir en busca de una mejor calidad de vida a territorio estadounidense. En
los estados del Centro y en el Sur la situación era diferente, ya que el trabajo
en las haciendas requería de mano de obra durante todo el año. En estas
regiones prevalecía el peonaje y para retener a los peones se recurrió al
endeudamiento por medio de las
tiendas de raya.
Si bien la sociedad en este periodo continuó siendo rural, durante el porfiriato las
ciudades crecieron notablemente. El caso más destacado fue el de la Ciudad de México,
pero también otros centros urbanos como Guadalajara, Puebla, San Luis Potosí y
Monterrey cobraron importancia.
En las ciudades, los contrastes sociales eran evidentes. Las élites o grupos privilegia-
dos estaban integrados por banqueros, funcionarios públicos, latifundistas (quienes
muchas veces vivían en la
ciudad y dejaban a un
administrador a cargo de sus
propiedades en el campo),
empresarios (mexicanos o
extranjeros) y algunos
profesionistas destacados. La
clase media, surgida en este
periodo, se integraba por pro-
fesionistas: médicos, aboga-
dos, ingenieros, maestros, por
ejemplo; y comerciantes,
dependientes, empleados
públicos. Por último se
encontraban los sirvientes,
artesanos, obreros y trabaja-
dores asalariados, la mayoría
de los cuales también vivía en
condiciones de explotación.
Tiendas de raya:
Sistema
de pago por medio de
vales intercambiables en
la tienda de la hacienda
o el pueblo más cercano
a ella, que además les
otorgaba crédito. Los
bajos salarios llevaban
a los peones a endeu-
darse, con lo que
quedaban atados a la
hacienda por el resto de
su vida y la de sus
descendientes, pues las
deudas se heredaban.
Los muralistas mexicanos, como José Clemente Orozco, plasmaron, años después de que culminó la
Revolución Mexicana, su visión de lo que fue la vida de los campesinos durante el porfiriato y la lucha
armada. Murales del Colegio de San Ildefonso.