216
que he de volar sobre tendidas alas
a competir con la deidad de Palas.
[Vase, y tocan al arma.]
ESCENA VIII
Sale ROSAURA, que detiene a CLOTALDO.
ROSAURA:
Aunque el valor que se encierra
en tu pecho desde allí
da voces, óyeme a mí,
que yo sé que todo es guerra.
Bien sabes que yo llegué
pobre, humilde y desdichada
a Polonia, y amparada
de tu valor, en ti hallé
piedad; mandásteme ¡ay cielos!
que disfrazada viviese
en palacio, y pretendiese,
disimulando mis celos,
guardarme de Astolfo. En fin,
él me vio, y tanto atropella
mi honor, que, viéndome, a Estrella
de noche habla en un jardín.
Déste la llave he tomado,
y te podrá dar lugar
de que en él puedas entrar
a dar fin a mi cuidado.
Así altivo, osado y fuerte,
volver por mi honor podrás,
pues que ya resuelto estás
a vengarme con su muerte.
CLOTALDO:
Verdad es que me incliné,
desde el punto en que te vi,
a hacer, Rosaura, por ti
(testigo tu llanto fue)
cuanto mi vida pudiese.
Lo primero que intenté,
quitarte aquel traje fue;
porque, si acaso, te viese
Astolfo en tu propio traje,
sin juzgar a liviandad
la loca temeridad
que hace del honor ultraje.
En este tiempo trazaba
cómo cobrar se pudiese
tu honor perdido, aunque fuese
(tanto tu honor me arrestaba)
dando muerte a Astolfo. ¡Mira
qué caduco desvarío!
Si bien, no siendo Rey mío,
ni me asombra ni me admira,
darle pensé muerte, cuando
Segismundo pretendió
dármela a mí, y él llegó,
su peligro atropellando,
a hacer en defensa mía
muestras de su voluntad,
que fueron temeridad,
pasando de valentía.
Pues, ¿cómo yo ahora (advierte)
teniendo alma agradecida,
a quien me ha dado la vida
le tengo de dar la muerte?
Y así, entre los dos partido
el afecto y el cuidado,
viendo que a ti te la he dado,
y que dél la he recibido,
no sé a qué parte acudir,
no sé a qué parte ayudar.
Si a ti me obligué con dar,
dél lo estoy con recibir,
y así, en la acción que se ofrece,
nada a mi amor satisface,
porque soy persona que hace
y persona que padece.
ROSAURA:
No tengo que prevenir
que en un varón singular,
cuanto es noble acción el dar,
es bajeza el recibir.
Y, este principio asentado,
no has de estarle agradecido,
supuesto que si él ha sido
el que la vida te ha dado,
y tú a mí, evidente cosa
es que él forzó tu nobleza
a que hiciese una bajeza,
y yo una acción generosa.
Luego estás dél ofendido,
luego estás de mí obligado,
supuesto que a mí me has dado
lo que dél has recibido:
y así debes acudir
a mi honor en riesgo tanto,
pues yo le prefiero, cuanto
va de dar a recibir.
ANEXO 2