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Libro para el Maestro
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HISTORIA
II
Martes 1 de febrero de 1848
Hoy regresó mi tío a la ciudad y por los periódicos norteamericanos que traía nos
enteramos de las declaraciones que hace ya más de un mes hizo el presidente Polk ante
el congreso de Estados Unidos. No puedo describir el enojo y la impotencia que embar-
gó a todos los que estábamos reunidos escuchando. Nos sentimos heridos y humillados
al darnos cuenta que fuimos víctimas de toda una estrategia organizada por el gobier-
no norteamericano. Polk, decían más o menos los periódicos, admitía saber desde un
principio que desatar una guerra contra México era la única forma que su país tenía
para cobrar la indemnización a sus “justas y largo desatendidas” reclamaciones. Siendo
México un país pobre no tendría otra manera de pagar sino con parte de su territorio.
Yo no entendía a qué reclamaciones se refería, y papá me explicó que después de la
guerra y la pérdida de Tejas un grupo de ciudadanos norteamericanos alegaba daños y
perjuicios ocasionados por esos hechos y que el gobierno de México tenía que pagar.
Según Estados Unidos esta deuda se había incrementado con los años y ahora, para
nuestra desgracia, el codicioso país había orquestado una guerra para luego imponer-
nos las condiciones de pago sobre un territorio tan necesario para realizar sus sueños
de expansión hacia el sur y hacia el Pacífico[…] El pretexto que desató la guerra que
acabamos de padecer nació precisamente en este pedazo de tierra. Después de la
anexión de Tejas, Polk mandó a Taylor y sus tropas que ocuparan esta franja previendo
posibles ataques mexicanos. Nuestro gobierno, al ver invadido sus límites, disparó
contra los yanquis y éstos, al sentirse en territorio propio, alegaron ofensa y derrama-
miento de sangre por parte del gobierno de México en territorio norteamericano. Lo
demás ya lo sabemos, y lo hemos llorado hasta agotar las lágrimas.
Silvia Cuesy.
Diario de Mercedes
. México:
SEP
/Planeta, Libros del Rincón, 2003, p.140-141.
¡Al yanqui invasor, muerte!
¡o muerte o libertad,
vencer o morir,
compañeros, jurad,
que es muerte la vida
sin patria y libertad!.
De sangre de yanqui
los campos regad,
buscando la muerte
o la libertad.
Libertad, libertad
libertad, libertad.
Volemos valientes
que al par que resuena,
volemos ya truena
con fuerza el cañón,
y un muro formemos
con nuestros fusiles,
do encuentren los viles
su muerte o baldón.
Que muráis, os dice,
de mil y mil tiros,
antes que rendiros
al tirano vil:
cuanto más no vale
morir de contado,
que gemir atado
al yugo servil.
Corramos y alcemos
ya nuestra bandera,
do véase altanera,
el águila estar;
bandera que nunca
miremos hollada
si queda una espada
que pueda matar.
Antonio Aviatia Hernández.
Corrido Histórico Mexicano
.
Voy a cantarles la historia (1810/1910).
México: Porrúa, 1997, p. 79 (Sepan cuantos… 675).
Fragmento de “El Yanqui invasor”
(Corrido Marcha Guerrera)
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