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Libro para el maestro
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HISTORIA
II
Las ciudades españolas contaron con sus autoridades gubernamentales y las que por
su desarrollo se volvieron centros importantes, fueron sede de audiencias, obispos y go-
bernadores. La Ciudad de México fue la capital que albergó a las máximas autoridades
coloniales: el virrey y la audiencia.
Los reales de minas fueron asentamientos con su propia dinámica y fisonomía.
Carecían de la planeación inicial de las otras fundaciones españolas, pues el asenta-
miento de la población podía ser temporal si las minas no eran suficientemente ricas.
Esta población generalmente incluía, además de los encomenderos o dueños de minas,
a indígenas trasladados desde otras partes de Nueva España y a esclavos africanos. A
los reales que por su riqueza comenzaban a desarrollarse, llegaron otros pobladores y se
instauraron gobiernos locales. Del mismo modo, además de la minería, actividad
económica que daba origen al asentamiento, se desarrollaron otras, entre ellas, el
comercio con el que surgieron nuevas redes comerciales en Nueva España.
A diferencia de las ciudades y villas
españolas, durante las primeras
décadas del siglo
XVI
, los pueblos de
indios conservaron una distribución
desigual en el espacio que ocupaban
porque establecían sus casas cerca
de las tierras donde trabajaban. Sus
actividades económicas se centraban
en la producción del tributo que
debían entregar y en la generación
de lo necesario para vivir, por lo
que la agricultura de subsistencia
permaneció durante el siglo
XVI
. Con
el tiempo, tanto la disminución de
la población por las epidemias y
maltratos, como las órdenes de la
Corona, fueron modificando esta dis-
tribución y organizaron las casas de
los indígenas alrededor de la iglesia,
el convento o de una plaza central al
estilo español.
Tierras de los pueblos de indios de Atopan
Acámbaro, Guanajuato
Lienzo del pueblo de San
Lucas Yatao, Oaxaca
Tetela en el siglo
XVI